Reus, el pequeño Juan García Oliver, inicia su andadura
En el primer capítulo del Eco de los pasos, que son unas memorias, extraordinarias de Juan García Oliver, el primer capítulo, lleva por título el “anarcosindicalismo en la calle”, es realmente, un mosaico, de una vida, rebelde y apasionante, en la que, sin duda, complementa, ese aprendizaje en la calle, en lo que antes se conocía como la universidad de la vida, que no era otra cosa que el tiempo que los obreros pasaban en la cárcel y en el penal.
Aparte de las lecturas que nos marca con los textos de Bakunin y Kropotkin que seguro llegó a leer, pero cuando ya tenía alguna formación de la escuela de la calle, crecer como en las fábricas del “Vapor Vell” y “Vapor Nou” de su entrañable Reus veía a toda su familia, hermanas, madre y padres desgastarse por un miserable sueldo y él no sería diferente.
La primera piedra que lanzo Juan García Oliver, para apagar la pequeña bombilla que en la puerta daba luz a la entrada de la fábrica del vapor Vell.
Tiene la referencia de explicarnos que a los siete años los niños juegan a juegos en la calle como son “clotxa”, al “belit”, a las canicas, con el trompo, a las cuatro esquinas, son juegos que llegaron al menos hasta bien entrado los años 70 del siglo pasado, las primeras rebeldías.
Aprendemos a conocer el territorio por el cual Juan García Oliver se movía, donde realmente en aquella época las estaciones marcaban realmente la climatología de la época y así vemos como en invierno, eran realmente frío y crudo, sobre todo cuando en invierno soplaba el conocido, “Com bufa el Joanet de Prades”. Donde la gente se apilaba los unos con los otros para pasarse el humo que desprendía el aliento del cuerpo humano, el uno al otro. Así era los tiempos de la clase obrera, donde apenas las ventanas de las casas cerraban como debían.
La muerte de su hermano Pedro, por meningitis y la única medicina de que disponía la familia era un poco de leche de vaca que cada mañana Juan debía ir corriendo a buscar, y con la curiosidad del momento un día quiso tastar aquel líquido blanco milagroso y no dudo qué echar un pequeño trago, pero aquel día su hermano Pedro ya no resistió más a la enfermedad y murió, Juan en silencio sin contar nunca nada a nadie, tenía sobre sí mismo la culpabilidad de haber quitado la vida a su hermano Pedro, por aquel sorbo de leche que bebió y no era para que Pedro sanara. Con la muerte de su hermano Pedro, García Oliver, tiene tiempo de echar una mirada en el cementerio ilustre de Reus, y comentar brevemente el impacto que le produce el mármol del panteón de los Odena los dueños de la fábrica del Vapor Vell, después de darse cuenta de que hasta en los cementerios hay diferentes clases sociales, nos habla de la miseria de la administración de su casa cuando apenas trabajaban dos y eran cinco de familia, con las deudas contraídas a raíz de la enfermedad de Pedro.
1909 las primeras algaradas que recuerda en Juan García Oliver aún muy jovencito, cuando desde poco más lejos de la esquina de su casa, ve a dos jóvenes obreros que tratan de enfrentarse con el ejército, con una pequeña pistola, y donde se dan cuenta de que “no se puede con el ejército” y uno de ellos exclama “Mierda ahí están” pero sí al menos logran escapar y perderse en la noche por en entresijo de la oscuridad y las callejuelas de la ciudad.
Aquel 1 de Mayo de 1910, cuando el propio Juan lo recuerda como un gran acontecimiento en su ciudad Reus, donde cada día había una mayor consciencia social.
Pero ya de entrada en el capítulo de su libro “el eco de los pasos”, García Oliver hace una observación sobre el anarquismo burgués ese que de alguna manera apenas le dan importancia a la justicia social y ni mucho menos en aquel momento al Comunismo Libertario, que de alguna manera, es lo que en aquellas primeras décadas del siglo XX, pensaban o trataban de construir e idealizar los anarquistas de este país, y observa la diferencia entre el anarquista de clase obrera, donde se debe de ganar el pan y los relativamente burgueses que se mueven única y exclusivamente por el tema político y económico, eso, puede ser relativamente importante, tanto que, se necesita de un bienestar social que en aquel momento, nadie esperaba.
Después ya en la época de la Primera Guerra Mundial un chaval como era Juan García Oliver en aquel momento marcha a Barcelona y de Barcelona a Villajuiga para pasar la frontera a pie, para trabajar en el sur de Francia, todo fue una aventura, una chiquillada de niño, que había intentado la aventura, pero que de alguna manera la cosa todavía no estaba suficientemente madura y debía volver a casa a su Reus natal.
Es ver, como empieza a crecer como persona, y las necesidades de un obrero que se busca la vida en un sector como será el de la alimentación, o, mejor dicho, su oficio principal de camarero, y como va aprendiendo a manejarse por la vida, entre Reus, Tarragona, Barcelona, Mataró, Montserrat y como sindicalmente construye lo común de la época, donde el sindicalismo, o mejor dicho el anarcosindicalismo, está creciendo. Como el propio García Oliver, se introduce en el contexto de ese anarquismo que ilusiona a las jóvenes parias.
Los trabajos que encuentra como se va profesionalizando en el tema de la profesión de camarero y como poco a poco va ocupando los lugares de más responsabilidad, de los Restaurantes que empieza a trabajar y forma parte de la plantilla, este tema del trabajo el propio García Oliver lo trata con una profesionalidad exquisita.
En definitiva, como ganarse la vida, con un oficio que le sea propicio, y a la vez sus aventuras de amoríos, las oportunidades que la vida ofrece al recién llegado en plena juventud, y los favores que uno desempeña al largo de la vida. También con claras referencias a lo que luego serán los referentes de la cocina de aquella época, al menos en Barcelona, Tarragona y por su puesto su Reus natal, donde da muestras de cómo eran los obreros anarquistas, en aquella época en que en cualquiera de los oficios que existían en la época era o pretendían ser los mejores y más eficientes, el conocer un oficio era de gran importancia para todos ellos, y de alguna manera Juan García Oliver, nos deja entrever como eran cada uno de ellos.
Con todo lujo de detalles con respecto a su trabajo de camarero, ya que casi siempre estuvo en ese sector.
Y su implicación, poco a poco, en su vida social, en el sindicalismo, el anarcosindicalismo y por qué no, en el anarquismo.
Una vez en Barcelona, en el Hotel Jardín, en la plaza del Pino, cuando en agosto de 1917 tendría la ciudad uno de los grandes momentos de la agitación del movimiento obrero.
Cuando recuerda con celo y todo lujo de detalles aquel hombre que con una pistola niquelada disparó hacia la calle Hospital donde había el ejército instalado un cañón y la tropa que se protegía detrás del mismo, entonces el hombre vació su cargador y acto seguido desde la calle del Hospital el ejército respondió con un cañonazo que hizo añicos buena parte de los adoquines que formaban la barricada, y el anarco de turno de la barricada respondió “no se puede con esos hijos de puta de ejército”. Y marchó con dirección hacia la calle Robador.
El que había disparado el revólver abandonó la barricada, arrastrándose por el suelo, y marchó por la calle San Rafael, como dirigiéndose a la de Robador.
García Oliver se acordó de los hechos que ocurrieron cuando era todavía niño en la calle San Elías de Reus, cuando dos jóvenes se enfrentaron al ejército y dijeron aquella misma frase, “No se puede con el ejército”.
En contraste con la anterior Semana Trágica, estos hechos de agosto de 1917 serán recordados como la “semana cómica” todo y que no tuvo nada de cómica y donde se vertió abundante sangre, creo recordar que fueron 17 las personas muertas en aquel trágico suceso.
Bien con tanto buen restaurante donde llegó a trabajar casi siempre en plantilla que debía dormir en el mismo edificio donde trabajaba y con situaciones de todo tipo, es decir, él, joven y bien plantado no le falto nunca la mirada de las mujeres, casadas o hijas de los empresarios que le echaran una mirada para de alguna manera poseerlo, pero, el espíritu libre, todo y prestarse a favores no transigió nunca y al final dejó pasar numerosas ocasiones para tener una vida aburguesada que tanto llegó a odiar.
Las luchas fratricidas del periodo de los años 20 que empezaron unos años antes con la muerte sobre todo de Sabater “En Tero”, que poco más o menos cayó en una emboscada o estratagema de los hombres del que después sería el conocido “sindicato libre”.
Eran momentos de clandestinidad donde pocos debían saber dónde se ubicaba la Federación Local de la CNT en Barcelona y por supuesto el Regional concretamente en la calle de Elcano nº5, en su primer piso que durante años fue un lugar completamente hermético, clandestino que nunca lo supo policía alguna.
Pero antes del Sindicato libre, de los pistoleros, de la patronal, hablemos o mejor dejemos constancia de la huelga de la Canadiense que en definitiva fue la gran victoria del movimiento obrero catalán, pero, esa osadía de vencer claramente a la burguesía, esa clase que hombres y mujeres que se sentían y todavía se sienten mentalmente más capacitados, para dirigir los destinos de la tierra.
Después vendría la idea de crear la Comarcal de Reus, Tarragona, aunque una primera propuesta lo situaba en otro entorno de Cataluña, él prefirió volver a su tierra natal donde conocía el terreno que pisaba y donde se podía desenvolver mucho mejor que en otros lugares.
Con 17 años conoce lo que será la primera huelga de Camareros, del sindicato de la alimentación, que, como tantas otras huelgas, fracasos, por PASCUA SANGRIENTA
La huelga de camareros fracasó. Y dice García Oliver, Nos habíamos afiliado al Sindicato Único del Ramo de Alimentación de Barcelona el día siguiente de la declaración de huelga. Al dejar de formar parte de La Alianza, sociedad profesional de camareros adherida a la UGT, nos constituimos en “Sindicato de la Industria Hotelera, Cafés y Anejos”, comprendiendo todos los servicios de la industria, cocineros, camareros, barmans, mujeres de servicio y maleteros. Con nosotros, casi que, a rastras, también los asociados camareros y cocineros de “La Concordia”.
A partir de aquí la leyenda de un gran revolucionario nacido en Reus el 20 de enero de 1902, que en su momento logro vencer al ejército y sacarse la “espinita” gritando el 19 y 20 de julio de 1936, si se puede con el ejército, pero todavía hoy sus propios conciudadanos, tienden al olvido de uno de sus mejores hombres, que vio nacer la ciudad Reus, que lucho por la dignidad de la clase obrera.
Pero, cuando uno pasa por Reus, tiene que acercarse hasta la calle Sant Elies lugar donde nació Juan García Oliver una de los personajes más grandes que ha dado la historia contemporánea del continente Europeo.
Salud y dignidad.
Manel Aisa Pàmpols